5 nov 2013

FLAMENCO, GITANO, ANDALUZ

La condición Nómada de mucha gente que vivía en Iberia (donde no se veían sujetos más que al clima que ella misma se procuraba y a los espacios abiertos con huertas naturales), para la mayoría es algo desconocido, por lo que se comenzaría a datar la existencia de estas formas de vida, gitanas (como hallazgo en grupos u hordas), intuyendo su procedencia de un éxodo oriental: antiguamente, Egipto (egiptanos, gipsy); hoy, La India, en fin …

Caracteriza al Nómada no tener que defender territorio alguno, pues no adquirió esa dependencia vital sobre el suelo que pisaba, pero sí el anhelo de un clima perfecto (cielo limpio y un sol radiante, ... ) y unas circunstancias favorecedoras (encontrarse con lo que le permitiera vivir mejor en cada instante). De España y Portugal, ciertamente decía Saramago, que eran dos hermanas siamesas unidas por la espalda que jamás se habían visto las caras (la silueta que presenta la península, la verdad, lo parece). En el caso de gitanos y payos se da la misma situación. Nos diferenció, del mismo tronco, el que una rama decidiera sobrevivir de manera itinerante y la otra, apegándose al suelo que, a pesar de sus limitaciones (clima, la humedad), ofrecería relativa seguridad.

Ciertamente, por creer haber encontrado el lugar idóneo para instalarse, o por otras  circunstancias, hay quien decidiría dejar su vida itinerante y establecerse en puntos fijos, fundando asentamientos, poblados, etc., aunque conservando buena parte de sus costumbres, adquiriendo y mejorando otras muchas. La integración implica adaptarse al medio y al resto de semejantes, lo que quiere decir que los inadaptados son los diferentes, llamativos, no se mimetizan.


Nos sorprenderíamos de personajes famosísimos gitanos sin nosotros conocerlo. Esto quiere decir que no existe una genética diferenciadora más que cualquiera otra dentro de las familias payas, sino más bien unas formas de vida distintas, que por haberlo sido durante mucho tiempo y la norma de no mezclarse entre desconocidos, los gitanos han mantenido (rasgos vinculados a sus ancestros remotos).

El Flamenco es una raíz profunda que tenemos los ibéricos que nos ancla a un pasado ancestral, unas formas de vida arcaicas, que son el fundamento de toda la cultura que nos rodea y no al revés. Se empeñan en buscarnos padres y padrinos de lo que intentó calar aquí procedente de fuera y su influencia. Esto no es evidente. Más bien al contrario. El Flamenco no es una raíz Gitana ni Andaluza (esto es una concepción reciente por pérdida de argumentación histórica), pero sí las gentes nómadas ibéricas (todas lo serían remotamente) son las que fueron llevando a diferentes lugares de mejor clima, su poso artístico y costumbre, tomando allí el cariz o estilo que lo define hoy (dentro de un palo diferenciador), por asentarse en un lugar de manera continuada.


Es evidente que lo grande del Flamenco es la herencia que deja a muy pocos (no solo gitanos, pero sí ibéricos, y más, andaluces) ese pasado nómada ancestral, alma pura, sentimiento virgen pasional, sanguíneo, del sobrevivir difícil y cotidiano, donde la expectativa de una seguridad –relativa -  ofrece una “alegría” digna de celebración; de aquí el flamenco festero. Y dentro de este Flamenco, la Bulería.


 La Bulería sí es el cante más bravo, más puro, más Gitano, más nómada, con temática de amoríos a ritmo de trote ecuestre, y baile (caballo, toro, ambos juntos, paseos, vueltas, pases, desplantes, abaniqueos) donde la mujer con el pelo suelto o flecos en el pañuelo y el hombre (de negro) hacen la representación propia del juego y peligro de estas relaciones puramente ibéricas  (donde el Burel –toro- tiene tanta significación), llevadas como paradigma al terreno sentimental. Largas caminatas diurnas entre cabalgaduras, bestias, carretas, buscando dónde pasar la noche. Anocheceres entorno a la hoguera, compensando los esfuerzos, palmas, baile …  


Burelía, de Burel (toro), bravura de hombre siempre de negro, serio, fiero, toreado por el caballo, yegua, animal femenino, grácil, que lo castiga, escenas de celos hacia el hombre que monta a este precioso animal todo melena. Igualmente, el torero de a pie representa la feminidad, el engaño sutil que hace dar vueltas (TOR), da castigo y muerte al negro burel. Por lo tanto, burel como origen de la palabra llegada hoy Bulería, y no burlería como defienden otros autores.

Salud, alegría, azul del cielo limpio, verde de las huertas, rojo de las brasas (supervivencia), son el anhelo humano profundo, ancestral, en cuya ausencia nace la tristeza, el llanto, la llamada al Astro de Fuego que escucha YAYAYAYAY (la palabra del lamento), y su máximo exponente lo manifiesta el FA/LA-MEN-CO (Tristeza/Alegría Mía Escondida).

Actualmente, existen aficionados al flamenco de corte purista y de corte vanguardista;  estos últimos, mezcladores de estilos, instrumentos, temas históricos, etc. pero con escaso interés para este que escribe, pues trasluce un primer interés profesional (el Flamenco es un estilo de vida donde no interviene la Productividad), otras veces reivindicativo, y otras, incluso político, que desvirtúa el sentimiento, el “duende”, el alma, que el Flamenco, por imperiosa necesidad, trae. En lo histórico no existe la inmediatez mínima requerida, y en el Flamenco tampoco existe el sentimiento de racismo (no ha lugar, por haber sido Iberia expansiva más que receptiva), por lo que postreras alianzas histórico-políticas con lo gitano, lo flamenco o lo andaluz me parecen intentos nada favorecedores de potenciar nuestra ancestral cultura.

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